La participación de la energía nuclear en la cartera global ha tenido una caída de siete puntos porcentuales en la última década
Luis Serra
Decano de la Escuela de Ciencias Sociales
y Gobierno del Tecnológico de Monterrey
Resulta complicado establecer cuál es el reto más grande que enfrenta la humanidad en la actualidad. Sobre todo, a la luz de las incógnitas que la pandemia de COVID-19 sigue presentando. Pero sería sencillo acertar si se apuesta por la descarbonización de las economías como uno de los objetivos más apremiantes; con independencia del nivel de ingreso de los países.
Se trata de un camino hacia 2050 escarpado y repleto de incertidumbre; involucra la transformación de los sistemas energéticos bajo lineamientos de factibilidad técnica, costo-efectiva y, quizá más importante, aceptables desde la perspectiva social.
Descarbonización hacia 2050
Uno de los elementos centrales de la ruta de descarbonización hacia 2050 es la transición hacia sistemas energéticos limpios bajo un paraguas de seguridad energética. Dadas las tendencias de desarrollo, disponibilidad de recursos y adopción cultural, representa una mayor incursión de energías renovables.
Las mayores oportunidades de innovación, según la Agencia Internacional de Energía se centran en baterías, hidrógeno y la captura, uso y almacenamiento de carbono. Sin embargo, las metas quedarían truncas si no se considera una diversificación de la matriz energética de los países.
Potencial de las nucleoeléctricas
Al día de hoy, las hidroeléctricas y nucleoeléctricas son responsables del 75% de generación de bajo carbono en el mundo.
En los últimos años la energía nuclear ha impedido la emisión de poco más de 60 gigatoneladas de bióxido de carbono; esto equivale a dos años de emisiones globales totales.
Sin embargo, la proporción de participación de la energía nuclear en la cartera global ha tenido una caída de siete puntos porcentuales en la última década, en gran medida como una acción internacional ante los sucesos de la central Fukushima Daiichi en 2011.
¿Cuál es el papel de la energía nuclear en un contexto donde cada vez más países se suman a metas de emisiones netas cero? ¿Podrá la energía nuclear encontrar un nicho en el cual todavía tenga relevancia? ¿Y cuál debería ser su papel en México?
Economías desarrolladas
La energía nuclear tiene una participación mayor en el portafolio energético de las economías más desarrolladas, donde alcanza casi el 18%. En el caso de México, los dos reactores tipo BWR de Laguna Verde no superan el 4% de la generación eléctrica bruta del país, oscilando de un mínimo de 3.5% en 2011 a un máximo de 6.7% en 2015 entre 2001 y 2020.
La erosión del protagonismo de la energía nuclear como energía limpia ha obedecido al avance de otras tecnologías, el retiro de reactores debido a una cruzada internacional por la seguridad y el cumplimiento de su vida útil. De acuerdo con el Organismo Internacional de Energía Atómica, la edad promedio del parque mundial nuclear (444 reactores) es de 35 años, aunque en Estados Unidos, país con la mayor capacidad a nivel global (93 reactores), es ligeramente superior con 40 años promedio.
Capacidad instalada
El balance de capacidad instalada nuclear se trasladará en los próximos años del oeste al este, ya que los proyectos de adición de capital instalada (51 reactores) están concentrados, salvo algunas excepciones en Europa, mayoritariamente en China, India, el sudeste asiático y Medio Oriente.
La coyuntura para los países cuyos reactores están llegando al límite de su vida útil no es trivial en lo absoluto; se espera que 25% de la capacidad instalada nuclear sea desfasada para 2025. Es aquí cuando los países podrían optar por continuar con el movimiento de desfase de reactores y dar paso hacia parques de generación eléctrica, tanto eólicos como solares fotovoltaicos, así como considerar la construcción de nueva capacidad instalada o extender la vida útil de los ya existentes.
Primera trampa
Salgamos de la primera trampa de inmediato. Un escenario en el que los países decidan ya no construir nueva capacidad instalada nuclear o extender la vida útil de los reactores ya en línea no es deseable. Al menos no, si el objetivo es lograr que la comunidad internacional alcance la meta de emisiones netas cero, en la que el 90% de la generación eléctrica deberá ser limpia.
Bajo tal situación, se requiere un ligero incremento de la participación global de la energía nuclear, con respecto a la actual, pasando así al 20% del portafolio energético total. En caso contrario, la presión por aumentar las inversiones en energía eólica y solar fotovoltaica sería demasiado grande, se enfrentaría un incremento en las emisiones de gases de efecto invernadero en un 4% y los precios de electricidad se incrementarían para los consumidores finales.
No invertir, impacto negativo
Dicho de otro modo, según la Agencia Internacional de Energía, si las economías avanzadas no invierten en nueva capacidad instalada nuclear, para el 2040 ésta podría reducirse en 66%. Para compensar la caída en generación eléctrica nuclear se utilizaría gas natural y carbón, lo cual requeriría inversiones hasta por 340 mil millones de dólares tan solo en la red eléctrica para compensar el retiro de carga base que presentan las centrales nucleares.
Para las economías avanzadas, la inversión total como consecuencia de la desnuclearización alcanzaría la cifra de 80 mil millones de dólares por año hacia 2040.
El otro camino que pueden explorar las economías avanzadas es extender la vida útil de los reactores existentes, lo cual exige menores costos de capital que nuevas centrales, eso sin contar costos incrementales, que tradicionalmente ocurren por retrasos.
No obstante, la ruta elegida entonces incorporaría una curva de mejora regulatoria que facilite la integración de centrales nucleares en ecosistemas de mercados eléctricos mayoristas donde la generación nuclear podría enfrentar obstáculos de competencia con respecto a fuentes renovables.
Esto proyecta Prodesen
Conforme al Programa de Desarrollo del Sistema Eléctrico Nacional existe el plan de incrementar hasta tres unidades para nuestro país entre 2029 y 2031. Se estima que 40% del incremento en la capacidad instalada sea energía limpia; esto implica que 12% de la electricidad deberá ser originada por centrales nucleares.
Nuestro país debe resolver el programa de modernización y gestión de residuos que Laguna Verde genera y que, según algunas investigaciones periodísticas, han llegado a un punto límite bajo el Gobierno federal.
En virtud de que la central ha obtenido el permiso para operar por un espacio adicional de 30 años, la planeación del destino de los residuos radioactivos será esencial para garantizar no solo la aportación energética de sus reactores, sino la seguridad de su personal, de la población de Alto Lucero de Gutiérrez Barrios y, en general, de la región.
Cobra importancia a la luz de algunos eventos que evidencian la falta de mantenimiento de infraestructura del sector energético a cargo del Estado.
¿Austeridad en Laguna Verde es viable?
Es cierto que México tiene recursos renovables de primer nivel pero también que existen requerimientos importantes en la red del Sistema Eléctrico Nacional; que otorguen una mejor conexión de los puntos de generación con los centros de demanda.
Adicionalmente, cuenta con un número importante de habitantes que viven en condiciones de vulnerabilidad energética. La ruta hacia una economía de emisiones netas cero involucra la toma de decisiones que mitiguen el riesgo de no alcanzar tal meta. La administración actual no debe correr el riesgo de implementar políticas de austeridad con Laguna Verde; independientemente de si abandona o no su visión nacionalista y centralista del sector energético.
Sería un error si nuestro país abandona la palanca de la energía nuclear; tan ambicioso objetivo exige una diversificación del portafolio energético, incluso en las energías limpias.
Fuente: https://energiahoy.com/2021/08/04/energia-nuclear-y-el-camino-a-economias-de-emisiones-netas-cero/