17/02/2025 / José Luis Rodríguez Gallego / The Conversation / EL ECONOMISTA
Es muy probable que no lleguemos a cumplir los objetivos de reducción de emisiones de CO2 fijados para 2030, y probablemente tampoco los de 2050. Ante esta situación, algunos piensan que deberíamos centrar más esfuerzos en adaptarnos al cambio climático en lugar de obsesionarnos con mitigarlo.
Sin embargo, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) nos señala una herramienta interesante y compleja para mejorar los números de la mitigación: la captura, absorción o remoción de CO₂ y su almacenamiento. ¿En qué consiste exactamente esta estrategia? ¿Es viable a gran escala?
La naturaleza nos echa una mano
Dentro de las CDR (siglas en inglés de eliminación de dióxido de carbono), surgen diversas posibilidades inspiradas en la naturaleza. La más tradicional es la reforestación, pero también destacan otras opciones, como la recuperación y mejora de humedales y turberas, además del enorme potencial del suelo como sumidero de carbono.
A todas ellas sí se atribuyen ya cifras significativas de fijación de carbono, pero no están exentas de una gran incertidumbre por causas como el propio cambio climático, la posible generación de emisiones de metano, la potencial inestabilidad de la fijación del carbono o la interacción entre vegetación y carbono del suelo.
A veces las complicaciones aparecen en procedimientos tan simples como la preparación de un suelo para plantar árboles (por ejemplo, mediante arado o eliminación de vegetación existente), en la que se puede liberar parte del CO2 almacenado en el suelo, especialmente en ecosistemas ricos en carbono como las praderas.
También son soluciones CDR “naturales” en perfeccionamiento el uso del carbón vegetal conocido como biochar, el empleo de microrganismos consumidores de CO2, la utilización de rocas trituradas ricas en magnesio y calcio o incluso el diseño de suelos artificiales a partir de residuos.
Todas estas opciones se están investigando, estudiando, verificando y procesando a marchas forzadas en proyectos como C-SINK, en el que participa la Universidad de Oviedo. Incluso existe ya normativa que las regula a nivel europeo.
En todo caso, el flujo del carbono en los sistemas naturales es muy complejo y necesitamos saber más antes de confiar definitivamente en estas estrategias.