Es único, especial y vulnerable, y se pierde de tres a cinco veces más rápido que el resto de los demás bosques del mundo.
Con 905,086 hectáreas de mangle, superficie que representa el 6% del total mundial, México es cuarto entre los 123 países y territorios que disfrutan de este singular, espectacular y prolífico ecosistema, después de Indonesia, Australia y Brasil (Simard, 2019).
Estos extraordinarios ambientes ubicados en la frontera entre la tierra y el mar, contribuyen al bienestar, la seguridad alimentaria y la protección de las comunidades costeras de todo el mundo y, por su rica biodiversidad, proporcionan un valioso hábitat de cría para peces y crustáceos.
Constituyen además una defensa costera natural contra las mareas de tormenta, los tsunamis, el aumento del nivel del mar y la erosión. Por si fuera poco, sus suelos son sumideros de carbono altamente eficaces, ya que retienen grandes cantidades del mismo.
En los manglares, que representan menos del 1% de todos los bosques tropicales del mundo y menos del 0.4% del total de la superficie forestal global, la naturaleza hizo un derroche de vida que se celebra cada 26 de julio desde 2015, cuando la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) proclamó el Día Internacional de la Defensa del Ecosistema de Manglar.
La Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio) cita algunos servicios ambientales que brindan estos humedales: son zonas de alimentación, refugio y crecimiento de juveniles de crustáceos y alevines, por lo que sostienen gran parte de la producción pesquera, son utilizados como combustible (leña), poseen un alto valor estético y recreativo, actúan como sistemas naturales de control de inundaciones y como barreras contra huracanes e intrusión salina, controlan la erosión y protegen las costas, mejoran la calidad del agua al funcionar como filtro biológico, contribuyen en el mantenimiento de procesos naturales tales como respuestas a cambios en el nivel del mar, mantienen procesos de sedimentación y son refugio de flora y fauna silvestre.
Celebrar al ecosistema de manglares es celebrar la vida, pero esta conmemoración tiene también otro propósito: crear conciencia sobre la importancia de “un ecosistema único, especial y vulnerable” que, sin embargo, está desapareciendo de tres a cinco veces más rápido que las pérdidas globales de bosques en el mundo, con graves impactos ecológicos y socioeconómicos, de acuerdo con el organismo internacional.
Se trata de proteger a estos humedales boscosos ricos en biodiversidad que sostienen comunidades complejas donde interactúan miles de especies, como peces y crustáceos que tienen en los manglares un valioso hábitat de cría, y son fuente de alimento para monos, ciervos, aves, incluso canguros; y son fuente de néctar para las abejas.
Garantizan, asimismo, la seguridad alimentaria de muchas comunidades costeras, por lo que la gestión y la restauración de los ecosistemas de manglares es una forma viable y rentable de contribuir a esa seguridad.
Los manglares ayudan también a mitigar el cambio climático porque son sumideros de carbono muy eficaces al absorber en sus hojas, ramas, raíces y suelos grandes cantidades de carbono.
Sin embargo, cuando se destruyen, degradan o pierden estos ecosistemas costeros se convierten en fuentes de dióxido de carbono (CO2). Los expertos estiman que las emisiones de carbono procedentes de la deforestación de los manglares representan hasta el 10% de las emisiones de la deforestación en todo el mundo, a pesar de que sólo cubren el 0.7% de la cobertura terrestre.
Su presencia en las costas es invaluable en la reducción de la vulnerabilidad a los peligros naturales y en el aumento de la resistencia a los efectos del cambio climático, ante cuyos efectos como mareas de tormenta, tsunamis, aumento del nivel del mar y erosión, ofrecen una defensa natural, ya que una franja de manglares de 500 metros reduce la altura de las olas entre un 50 y un 99%.
Conabio define a los manglares como una formación vegetal leñosa, densa, arbórea o arbustiva de 1 a 30 metros de altura, compuesta de una o varias especies de mangle y con poca presencia de especies herbáceas y enredaderas.
Menciona las cuatro especies de mangle que predominan en México: mangle colorado, Rhizophora mangle; mangle, mangle blanco, Laguncularia racemosa; mangle prieto Avicennia germinans, y mangle botoncillo, Conocarpus erectus, y dos más (Avicennia bicolor y Rhizophora harrisonii) de distribución restringida en el estado de Chiapas y una variedad de C. erectus (C. erectus var. Sericeus).
En México, indica, los ecosistemas de manglar han sido afectados principalmente por la tala o remoción llevada a cabo como consecuencia de las actividades agrícolas, ganaderas, acuícolas y turísticas.
Según la evaluación 2020 del Sistema de Monitoreo de Manglares de México estos ecosistemas están presentes en los 17 estados de la República que tienen litoral, con una superficie total de 905,086 ha; es el estado de Quintana Roo donde se localiza la mayor superficie y Baja California tiene la menor.
Se distribuyen así en hectáreas: Baja California, 42; Baja California Sur, 25; Sonora, 12,334; Sinaloa, 76,300; Nayarit, 66,849; Jalisco, 2,338; Colima, 3,487; Michoacán, 14,850; Guerrero 7,730; Oaxaca, 19,673; Chiapas, 49,618; Tamaulipas, 3,664; Veracruz, 42,696, y Tabasco, 40,225; Campeche, 200,279; Yucatán, 96,873; Quintana Roo, 247,017 ha.
Con esta riqueza en el territorio nacional, es prudente reflexionar sobre el llamado de la directora general de la Unesco, Audrey Azoulay: “El Día Internacional de la Conservación del Ecosistema de Manglares señala el valor fundamental de los manglares en la vida costera y aboga por el apoyo y la concientización de las comunidades que dependen de su conservación. Este día es también una oportunidad para reflexionar sobre nuestro compromiso personal con la conservación del clima y la biodiversidad, y promueve la acción mundial de todos para un futuro sostenible”.