Aunque la Asamblea de las Naciones Unidas aprobó en 2014 celebrar cada 5 de diciembre el Día Mundial del Suelo, distintas sociedades de más de 100 naciones del mundo han hecho un alto en el camino en esta fecha desde 2002 para reflexionar sobre la importancia de recuperar el suelo y abogar por la gestión sostenible de sus recursos para sanearlo.

H.M. King Bhumibol Adulyadej, quien fuera monarca de Tailandia, autorizó por primera vez celebrar el suelo, por lo que la efeméride corresponde al día de su natalicio.

Para 2021, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) lanzó la campaña “Detener la salinización del suelo, impulsar la productividad del suelo” con el objetivo de crear conciencia sobre la importancia de mantener ecosistemas saludables y el bienestar humano abordando los crecientes desafíos en la gestión del suelo, luchando contra la salinización del mismo, acrecentar la conciencia sobre este recurso, y alentar a los gobiernos, organizaciones, comunidades e individuos de todo el mundo a comprometerse a mejorar de forma proactiva la salud del suelo.

La salinización del suelo genera preocupación porque entre los principales problemas y efectos de ese fenómeno se encuentran: pérdida de fertilidad, imposibilidad en los cultivos agrícolas, elevación osmótica de la solución del suelo, toxicidad iónica en las plantas, reducción de su potencial hídrico y desequilibrios nutricionales en los suelos y la vegetación.

Se explica que los suelos afectados por elevados niveles de salinidad son producto de la acumulación de sales, que por lo general es menos elevada en la superficie del terreno. Las sales pueden ser transportadas hasta la superficie del terreno por medio de acción capilar desde una capa freática que contiene sal y que se acumula a causa de la evaporación.

También pueden concentrarse como consecuencia de actividades humanas, por ejemplo, el uso de potasio como fertilizante, el cual puede formar silvita, una sal que se encuentra naturalmente en la naturaleza, pero que a medida que la salinidad del suelo aumenta puede producir la degradación de los suelos y de la vegetación.

El proceso de salinización lo ocasionan niveles elevados de sal en los suelos, características del paisaje que permiten que las sales se desplacen, como desplazamiento de la capa freática; cambios climáticos que favorecen la acumulación de sal, actividades humanas tales como el desmonte de tierras y actividades relacionadas con la acuicultura, entre otras.

Este panorama inquieta porque el crecimiento de la población podría llegar a 9,000 millones de personas en 2050 en medio de una contaminación mundial que degrada los suelos, envenena los alimentos que comemos, el agua que bebemos y el aire que respiramos, como consecuencia de prácticas no respetuosas con el medio ambiente, como una agricultura no sostenible, actividades industriales y mineras contaminantes y residuos urbanos no tratados, entre otras.

Un informe publicado en 2018 por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), y citado por la Comisión Nacional de Derechos Humanos indica que aproximadamente 815 millones de personas sufren inseguridad alimentaria y aproximadamente 2,000 millones no disponen de alimentos suficientemente nutritivos, situación se podría mitigar mediante la gestión adecuada de los suelos.

En todo el planeta, agrega, un tercio de nuestros suelos globales están degradados, se generan cada año más de 40 millones de toneladas de residuos electrónicos; hasta el 50% de nuestros residuos domésticos son orgánicos, pero terminan en vertederos, y los productos químicos domésticos acaban en los suelos y, después, en nuestros alimentos; además de que un tercio del plástico que se produce también termina en el suelo.

La Agenda 2030, los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2, 3, 12 y 15 tienen metas que recomiendan la consideración directa de los recursos del suelo, especialmente la contaminación y degradación del suelo en relación con la seguridad alimentaria.

Para todos los habitantes del planeta es vital crear conciencia sobre la importancia de mantener ecosistemas saludables para el bienestar humano, abordar los crecientes desafíos en la gestión del suelo, frenar su salinización y alentar a los gobiernos, organizaciones, comunidades e individuos a comprometerse a mejorar de forma proactiva la salud del suelo.